Falta poco para que el auto N° 52 y sus tripulantes recorran los metros que los separan desde su lugar en la multicolor caravana hasta la bandera argentina que les dará vía libre. El motor rugirá a pleno y comenzará la lucha contra el camino y el reloj. Todo será vértigo.
Se angostará el camino. El pavimento y sus contornos serán devorados, se desfigurarán los rostros y los saludos de brazos alzados. Atrás y como lejanos en el tiempo quedarán los días previos de intensos preparativos y trabajos. Las horas en el taller hasta que las velas ardan…Los pesos que se achican y los gastos que se agrandan. No importan los sacrificios, es vivir este momento. Los amigos incondicionales que apoyan y alientan. Ahora, todos quedan atrás. Como perdidos en el tiempo…
De pronto, la curva de la Loma Alta veloz, peligrosa. El número 52 se cruza, entra en trompo, muerde la banquina y sale como un proyectil hasta que un árbol detiene su marcha. Las corridas, el susto. Pozzi y Ríos están golpeados, pero con vida. El Hospital, días de reposo, las heridas que cierran y el entusiasmo que se abre más fuerte que nunca.
Otra vez las noches en el taller que se hacen días, el repiquetear de los martillazos sobre las chapas deformadas, el apoyo de los amigos. El mate que acompaña y atempera el hambre.
El domingo 16 de setiembre, bajo una lluvia torrencial, otra vez, el Ford N° 52 de José Pozzi y Héctor Ríos, con nuevos colores y las mismas ganas de siempre, espera su turno de largada en la I Vuelta de Salto. No hay fuerza, no hay razón que supere a la pasión.
Fotos gentileza de Omar Pozzi
4 comentarios:
Salvando las amplias distancias, fue la que viví las dos veces que corrí el GPH con la Plymouth
Abrazos Raúl !!!!!
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