viernes, 13 de mayo de 2016

Del álbum del abuelo


Siempre resulta interesante sumergirse entre viejas revistas o recortes automovilísticos, más allá del estado de conservación que presenten. El buscador de sorpresas puede hallar temas interesantes, de un automovilismo que "ya fue". Palabrita muy usual en el lenguaje de los más jóvenes.  En el primer caso, Un Gráfico de 1940 que llegó a deautosmotivo gracias a la gentileza de Hugo Bustos, incansable explorador de libros y revistas de tiempos pasados.
En El Gráfico encontramos una nota referida a don Ángel Lo Valvo, primer campeón Turismo Carretera, en el lejano 1939. A continuación, unas grageas homeopáticas…
   
Lo Valvo futbolista
Ángel Lo Valvo nació en Arrecifes, el 8 de diciembre de 1907. Su primer deporte fue el fútbol, que practicó en los ocho años que estuvo en el colegio y lo hizo bastante bien. De haber seguido esas prácticas, habría llegado a destacarse. Tal es su propia impresión. Abandonó el colegio y el fútbol y nunca vio un partido. Desde jovencito le gustó el automovilismo, en lo que influyó el ambiente favorable de Arrecifes, que siempre se caracterizó por esa predilección deportiva.

La cupé de Lo Valvo
En sus días de conscriptos era poseedor de una voituret a la cual le llamaba "la atorranta" y con la que corría carreras contra todos los que encontraba en los caminos, especialmente entre Arrecifes y San Nicolás, pues servía a la patria en esta ciudad últimamente nombrada. 

Ahora, del libro Medio Siglo de Automovilismo Argentino, de Ricardo Lorenzo “Borocotó”, Editorial Atlántida S.A. 1953. 

Raúl Riganti y el caballo tuerto
“Con el acompañante Universo Seibane tenemos un sistema: yo miro cerca para eludir los pozos y él mira lejos. Si encuentra alguna dificultad me da un toquecito en la espalda y yo levanto la vista. Así al regreso, y cuando por cerca de Arrecifes ya habíamos entrado en un largo terraplén sentí que Seibane me tocaba. Levanté la vista y vi un caballo atravesado en medio del puente. Miré para los costados y comprendí que no podíamos tirarnos al pedregal. Equivalía a quedar allí. Frenos ya no teníamos.  Era el caso de levantar el acelerador y confiar. Si tocaba el freno, con seguridad que estaría desajustado y allí, en el terraplén, una coleada equivalía a caer al costado. Miré a mi acompañante, que confiaba en mí, y hasta creo que le dije sin que me oyera: ‘¡Linda figura vas a hacer vos!’ Y seguí. Ya muy cerquita, y cuando pensaba en el inminente golpe contra el caballo, tuve la rara fortuna que éste se pusiera de costado y comenzara a galopar en la dirección que llevábamos. ¡Qué suerte! Pude respirar hondo y hasta mirar al caballo. Vi que era tuerto, y le dije: ‘Tenías que ser tuerto para ser desconfiado’”
Raúl la contaba así. Nosotros (Ricardo Lorenzo “Borocotó”) le hicimos alguna poda; si usted quiere, lector, siga podando; pero no se olvide que el asunto tiene gracia. Hasta con aquello de “¡Linda figura vas a hacer vos!”, como si Raúl no estuviera corriendo el mismo riesgo de su compañero. En cuanto a lo de ver un caballo tuerto en plena carrera…, déjelo así. No lo corte. ¿No ve que si lo corta desaparece la gracia?  

Bucci y la aerodinámica
Domingo Bucci que había sido segundo con su Hudson “Bestium” detrás de Malcolm, corrió a esta (500 Millas de Rafaela) de 1928 con su máquina ya más aligerada y provista de una carrocería con fuselaje. Estudioso como siempre, Mingo estuvo buscando con paciencia las líneas de menor resistencia al aire y en algunos ensayos lo acompañó su propia esposa, arrojando ésta trozos de papel para deslizar por la cola del coche a fin de comprobar si se producía el vacío tras ella. Si los papeles acompañaban la marcha es porque el vacío se originaba y eso indicaba que las líneas del fuselaje no eran perfectas; en el caso de que los papeles fueran quedando el éxito se había logrado. Así realizó Bucci los experimentos a la búsqueda de la menor resistencia al aire.  
Froilán y Bernardo

José Froilán González recogió una herencia arrecifeña en donde su tío Julio Pérez dejó un magnifico sedimento, y luego contó con Bernardo Pérez, el que corriera con el seudónimo de Pierre Loti y que llegó a ser el mecánico del equipo argentino que realizó, con lógicas variantes, estupendas campañas en el Viejo Mundo. Tiene Bernardo en su poder un regalo que lo distingue: el reloj que le obsequiara el señor Enzo Ferrari por su colaboración en las dos resonantes victorias que con la Ferrari de dos litros con compresor conquistara Froilán en nuestro circuito de la Costanera Norte frente a las Mercedes-Benz de tres litros. 

Fotos: El Gráfico, petitmuseo.com.ar, historiatc.com.ar, revista La Nación Historia del automovilismo argentino, Ricardo Ordoñez.