viernes, 21 de mayo de 2021

¡Última etapa!

Faltan pocos kilómetros para el banderazo que pondrá punto final al 42° Gran Premio Turismo Carretera. La Coloradita de Juan Manuel Bordeu y Alberto Lozano marcha rumbo al triunfo. La imagen no tiene la definición de un fotógrafo profesional, pero sí el inmenso cariño de una familia arrecifeña que se acercó al borde de la ruta para saludar a los héroes de la carrera y transformar en perdurable, un instante fugaz...
Un brazo en alto, para saludar el paso de José Manzano y Adolfo Merello, 15° en la etapa y en la clasificación general, con el Chevrolet de San Rafael, Mendoza.
Los árboles son mudos testigos del avance de Norberto Polinori y Héctor Pettinari (Chevrolet).  El de Villa Cañás arribó 5° en su segundo Gran Premio.

La velocidad desvanece la imagen de los espectadores al paso de Carmelo Galbato y Juan Agüera (Ford). Luego de recorrer 3.953,7 kilómetros en 5 etapas, el nacido en Messina, Italia, arribó en la clasificación general.

Los esfuerzos de Manuel Mantinian y Santiago Colonna (Chevrolet) a punto de coronarse con un meritorio 10° puesto en la general y  en el tramo: Mina Clavero-Arrecifes (983,8 Km).



















Avanza el Ford del marplatense Antonio Tempone y Néstor Vidosa, rumbo al 10° puesto en la etapa y  el 19° en la clasificación general.
                              
Las imágenes que ilustran esta nota fueron captadas por las familias Chiodini y Moisello, cerca del paraje La Blanqueada, a metros de la ruta nacional n° 8, luego de transponer las curvas de Todd y un par de kilómetros antes del cruce con la ruta provincial 51, en Arrecifes. Poco más adelante, casi sobre la estación de servicio del A.C.A., finalizaba el Gran Premio de 1964,

El agradecimiento a Griselda Chiodini y a Fernando Maggi.

jueves, 13 de mayo de 2021

José Pozzi y Héctor Ríos

José Pozzi y Héctor Ríos momentos antes de iniciar la IV Vuelta de Arrecifes, el 27 de mayo de 1962. El fotógrafo inmortalizó este momento de pura adrenalina, de ansiedad, de pulsaciones a 1000!!! Falta poco…

Falta poco para que el auto N° 52 y sus tripulantes recorran los metros que los separan desde su lugar en la multicolor caravana hasta la bandera argentina que les dará vía libre. El motor rugirá a pleno y comenzará la lucha contra el camino y el reloj. Todo será vértigo. 

Se angostará el camino. El pavimento y sus contornos serán devorados, se desfigurarán los rostros y los saludos de brazos alzados. Atrás y como lejanos en el tiempo quedarán los días previos de intensos preparativos y trabajos. Las horas en el taller hasta que las velas ardan…Los pesos que se achican y los gastos que se agrandan. No importan los sacrificios, es vivir este momento. Los amigos incondicionales que apoyan y alientan. Ahora, todos quedan atrás. Como perdidos en el tiempo…

De pronto, la curva de la Loma Alta veloz, peligrosa. El número 52 se cruza, entra en trompo, muerde la banquina y sale como un proyectil hasta que un árbol detiene su marcha. Las corridas, el susto. Pozzi y Ríos están golpeados, pero con vida. El Hospital, días de reposo, las heridas que cierran y el entusiasmo que se abre más fuerte que nunca. 

Otra vez las noches en el taller que se hacen días, el repiquetear de los martillazos sobre las chapas deformadas, el apoyo de los amigos. El mate que acompaña y atempera el hambre. 

El domingo 16 de setiembre, bajo una lluvia torrencial, otra vez, el Ford N° 52 de José Pozzi y Héctor Ríos, con nuevos colores y las mismas ganas de siempre, espera su turno de largada en la I Vuelta de Salto. No hay fuerza, no hay razón que supere a la pasión.

Fotos gentileza de Omar Pozzi

martes, 11 de mayo de 2021

Cástulo Hortal y Paris Giannini

Cástulo Hortal y Paris Giannini

Una tarde de verano del 70 y algo... don Cástulo me recibió en el living de su casa de la avenida Dardo Rocha donde vivía refugiado entre sus recuerdos enmarcados en viejos recortes de diarios y revistas. Su lucidez y constantes recorridos sobre aquellas amarillentas páginas lo transportaban hacia los años ’20, entre polvorientos o embarrados caminos.

Olores a aceites y combustibles. Caras al viento con antiparras, gorras o casquetes de tela que enfundaban a aquellos aventureros de la velocidad formaban parte de su presente.

El hombre que nació en Vega de Sariego, Asturias, y que adoptó Arrecifes como su destino definitivo, recordaba con profundo dolor, a pesar de los años transcurridos, el accidente de Paris Giannini y Dino Papini, inmolados en cercanía de Arrecifes, en la primera etapa del Gran Premio de 1929.

Don Cástulo acompañó a Gianini en los Grandes Premios de 1925 a 1927, con dos segundos puestos y un abandono. Lo conocía al notable piloto mercedino y recordaba -a pesar del tiempo transcurrido-  aquella tragedia con profundo dolor. “A mi llegada a Rosario recién me enteré. Un amigo periodista de La Prensa me dio a entender que el accidente había sido grave hasta que terminó por decirme la verdad, pero yo no lo podía creer. Pregunté por teléfono a mi esposa, quien me confirmó la noticia. Un dolor profundo se apoderó de mí y lloré por la amistad que nos ligaba y por haber sido mi maestro”, recordaba don Cástulo.

Su conmoción no le impidió reconocer que  su amigo Paris Giannini “en muchas oportunidades manejando se distraía y se desconcentraba. Era arquitecto y tal vez estaba pensando en alguna obra. En varias ocasiones pasamos grandes sofocones y nos fuimos fuera del camino. Por eso pienso que en esa curva fatal pasó algo parecido, se distrajo y así volcó. Si lo hubiera acompañado estoy seguro no le hubiera pasado….” Al terminar el relato, don Cástulo movió la cabeza de un lado al otro, como negando la cruel realidad…..

don Cástulo y doña Rosa


 Fotos del libro de Roberto Hugo Bustos "Cástulo Hortal El Pionero"