Sin nostalgias. Pero esta situación solo podía ocurrir en aquel automovilismo de los '60. Cuando se corría en ruta, cuando se podían visitar los talleres y hasta cebarle un par de mates a los mecánicos. Hoy, el profesionalismo desvirtuó todo aquello. Para bien, o para mal. Como usted prefiera.
Carlos Meregalli, el protagonista de esta historia, había conseguido una posición privilegiada en la curva de la Clida. Desde su puesto de observación, veía acercarse a toda velocidad a los TC que venían desde Carmen de Areco por ruta 51. Rebajes, frenadas escalofriantes, para doblar a la izquierda en 90 grados. Tomar el camino de enlace con la 191, trasponer el control en Arrecifes y poner rumbo a Salto.
El retome (o la curva) era el lugar elegido por los protagonistas de la carrera para cargar nafta y recibir el aro de informaciones. Allí, un colaborador de José Moran aguardaba impaciente el paso del Chevrolet Nº 21 para la recarga de combustible. Solo, de toda soledad...
Rápido de reflejos, el hombre de Morán buscó colaboración entre la multitud. Entonces, milagrosamente apareció Meregalli, que de simple espectador -en fracción de segundos- se transformó en eficaz colaborador del rufinense. Y, como si todo esto fuera poco, la acción quedo inmortalizada en la foto de una revista especializada que ilustró la crónica de la IV Vuelta de Arrecifes.
Aquel domingo, José Moran completó el podio de Chevrolet: con Armando J. Ríos en el escalón más alto y con el crédito local, Carlos Pairetti, en el segundo.
Foto: Con Carlos Meregalli, en primer plano, reabastecen a Morán.
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