martes, 13 de octubre de 2009

Esta foto, es historia

Aguirre, acompañante de Marincovich, recibe el aro de informaciones. Lo entrega Carlos Pairetti.

30 de abril de 1961, durante el desarrollo de la 3ª Vuelta de Arrecifes de Turismo Carretera, Roberto Aguirre, acompañante de Sandokán (Néstor Marincovich), recibe el aro con la información de su posición en la carrera y las diferencias de tiempos con sus inmediatos perseguidores:

“1. ustedes, 2. Farabollini, a 10s1/5, y 3. Emiliozzi, a 29s1/5”.

Quien acaba de entregar el aro es nada menos que Carlos Pairetti, jefe de auxilios de Sandokán. Tres meses más tarde, Marincovich perdía la vida en un accidente de tránsito, y en marzo del ’62 sería Pairetti el encargado de conducir el veloz Chevrolet, con preparación de Bernardo Pérez.

Cuesta imaginar hoy en día, en que las comunicaciones entre pilotos y boxes son constantes y se pueden escuchar a través de las trasmisiones televisivas, la forma en la que pilotos y acompañantes eran informados en las competencias de Turismo Carretera de la década del ’60: un aro de mimbre en el que se ataba un papel con la información para la tripulación. Generalmente, se aprovechaba una curva lenta (noventa grados) donde el encargado de alcanzar la información se colocaba del lado del acompañante, quien -a su vez- se desataba, sacaba medio cuerpo por la ventanilla y se llevaba el aro en un brazo. Casi como el maquinista o foguista de los trenes, cuando recibían “el vía libre”.
Cabe recordar que en aquellos años los circuitos se diagramaban sobre rutas y caminos de tierra -generalmente- con extensiones superiores a los 100 kilómetros y superaban los 500 o 600 kilómetros para el total de la carrera. La información llegaba a través de las trasmisiones radiales, ya que se largaba de a un auto por vez, con intervalos de 30 segundos, como mínimo, entre uno y otro. Por lo tanto, a la hora de paso de cada piloto, se le restaba la hora de largada para establecer el tiempo neto y la clasificación general.
Los reabastecimientos de nafta con bidones también merecerán un tratamiento similar en futuras entregas.

Anécdotas
De antología
“Mira, en una carrera que no me acuerdo dónde era había puesto los auxilios en un lugar determinado. Yo sabía dónde estaban y cuando me voy acercando al lugar del auxilio veo con gran sorpresa que uno de los muchachos del auxilio, justo el que tenía que entregarle el aro de información a mi acompañante, estaba de mi lado y ya no había tiempo de hacerles señas de que se cambiara de lugar. Y entonces tuve que largar el volante, abrir la ventanilla, sacar medio cuerpo afuera, agarrar el aro y seguir en carrera. ¿Vos me podés creer que hasta el día de hoy el muchacho del aro me porfía que el aro se lo dio a mi acompañante…?”, Carlos Marincovich.


El auxilio inesperado
Había un grupo de amigos que ofrecían sus servicios como auxilio en todas las pruebas de TC. Pero no eran muy eficientes. O por lo menos estaban en otros detalles. En Rojas corrieron Teófilo Bordeu y Juan Carlos Perkins juntos. Iban mal. Muy lejos. Cuando pasaron por el auxilio dejaron un mensaje: “Estamos sin cambios”. Cuando regresaron al lugar le entregaron un aro con varios billetes de diez pesos y algunas monedas. El papel de información les aclaraba “Si no les alcanza, avisen”. Publicado en El Gráfico Nº 2344, de setiembre de 1964.

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