miércoles, 26 de julio de 2017

Una foto: varios recuerdos


Una foto, un instante que se inmortaliza y permite que sobrevivan  personas que físicamente ya no están con nosotros. En el contexto de esta instantánea recuperamos  el taller de Hortal, camino del Balneario en Arrecifes.

En el centro  del taller el Fiat 1100 de Franklin Hortal listo para largar el Gran Premio Internacional Standard de 1961. Alrededor del auto: familiares, amigos y colaboradores que acompañan a sus representantes: “Petiso” Hortal y Gabriel Collado. Escena típica de aquellos años.
Cada uno de los presentes  ha aportado  su granito de arena para poner el auto en condiciones. Ellos también se sienten protagonistas. Trabajaron y acompañaron con su esfuerzo.
Por otra parte, la familia Hortal es  sinónimo de automovilismo en nuestra ciudad. En noviembre de 1927, Cástulo se radicó en Arrecifes y con algunos otros “revoltosos”, como decía su esposa Rosa Martínez, dieron el empujón necesario para que en el pueblo picara el bichito de la velocidad. Fue Cástulo el pionero, le siguieron otros, también sus hijos: Edison, Nobel, Darwin, Franklin y Newton

La familia pagó caro tributo a esa pasión automovilística: Edison perdió la vida en el Parque Independencia de Rosario, cuando tenía un futuro brillante. 
Volviendo a la foto origen de la nota, que nos llevó atrás en el tiempo, entre otros podemos apreciar (de izquierda a derecha) a: Nobel, Gabriel Collado, apoyado en el auto. Detrás, Newton. A la derecha, Franklin y su hija Cristina, doña Rosa y don Cástulo

Otra fotos: el recibimiento en el Aero Club de Arrecifes, final de la 6ª etapa del Gran Premio. Otra vez, los protagonistas rodeados de familiares y amigos. Atrás quedaron más de 4.400 kilómetros recorridos. 
Por último, coronación del esfuerzo  en el autódromo de Buenos Aires, punto final del Gran Premio (desde Arrecifes los competidores marcharon en caravana).  (De izquierda a derecha): Orlando Lizzi, Franklin Hortal y su esposa; Gabriel Collado y su esposa, Pepe Bernasconi, dos amigos y Cholo Ruíz, acompañante de Lizzi.




Datos y números: Gran Premio Internacional Standard Y.P.F”
Coche N° 263 Franklin Hortal-Gabriel Collado (Fiat 1100)

Clasificación general categoría “B” por etapas
1ª: Pilar- Carlos Paz (Cba), 863,5 km: 10°
2ª: Carlos Paz – San Juan, 861,0 Km:  7°
3ª: San Juan – Catamarca, 731,0 Km: 5°
4ª: Catamarca – Tucumán, 515,4 Km: 6°
5ª: Tucumán – Córdoba, 806, Km:  7°
6ª: Córdoba – Arrecifes, 660,9 Km: 7°
Clasificación general absoluta, luego de 4.437,8 Km: 20° y 7° en la categoría “D”.

Legión arrecifeña

También fueron de la partida en este GP:
N° 32 Domingo Vita-Osvaldo D’ Ángelo (Isard 700) 5° (“A”); 12°
(Coches nacionales); Gral: 33°
N° 50 Domingo Lis – Jesús Barriuso (N.S.U), no entregó a Parque cerrado al final de la 2a etapa.
Lis era arrecifeño.
N°  102 Héctor García Puente-“Pancho” (De Carlo), abandonó en la 1ª etapa.
“Pancho” seudónimo de Gerónimo García.
N°  214 Orlando Lizzi-José Ruiz (Auto Unión) 9° (“B”); 
9° (Coches nacionales); Gral: 29°
N° 258 Bernardo García-Raúl Gattelet (padre), abandonaron en la 2ª etapa.
N° 404 “Yssel-Arrouge” (*) (Peugeot 403) 8° (“D”);  5 ° (Coches nacionales); Gral: 22°
(*) el binomio figuraba inscripto como “Yssel-Arrouge” – “Arrouge-Yssel”. 
Manuel Arrouge era arrecifeño.

Largaron: 206 (por categorías: “A”: 76; “B”: 60; “C”: 21; “D”: 26 y “E”: 23)
Llegaron: 47 (por categorías: “A” 13; “B” 15; “C”: 3; “D”: 11; “E”: 5)

“Solo 23% de clasificados y un gran triunfo en el V Gran Premio Internacional Standard. Los 20 minutos para reparaciones influyeron en la cantidad de abandonos. Lucha desigual entre equipos de fábrica y corredores independientes”, por Segundo Varela (Coche a la Vista).

Fotos (familia Collado) – material consultado: Coche a la Vista (Año XV N° 173 Diciembre 1961).

miércoles, 12 de julio de 2017

El paso del TC por la Estación Ortíz de Rozas

Deautosmotivo reproduce el escrito de Miguel Ángel Garín sobre el paso de la II Vuelta de 9 de Julio, que ganó Néstor Marincovich "Sandokán", por la Estación Ortíz de Rozas:


"Fechas hay que por diversos motivos nos resultan imborrables, recuerdos, que suelen quedarnos impresos como con tinta china en el blanco papel de la memoria.- Es lo que me sucede cada 10 de Julio y por eso comparto esto
EL TURISMO DE CARRETERA EN LA ESTACIÓN ORTIZ DE ROZAS:
Un día entre los días el Turismo de Carretera pasó por la estación ferroviaria de Ortiz de Rozas.-
Sí, es cierto, una vez el TC recorrió nuestros caminos, los caminos de la zona de Ortiz de Rozas en el partido de 25 de Mayo, provincia de Buenos Aires.- Aunque en esta nota haya algo de ficción, aquello fue real y yo vi a los corredores, oí sus rebajes, vi las bruscas frenadas, las violentas aceleradas, presentí las luchas de los pilotos para dominar a sus tronantes máquinas, en fin, ¡yo los vi!
Entre tanto público hubo una presencia extraordinaria que para muchos pasó desapercibida, alguien que es capaz de leer cosas en la vida de cada uno el señor Destino.- Fue el domingo 10 de julio de 1960, cuando se disputó la Segunda Vuelta de la Ciudad de 9 de Julio que tuvo este circuito: largada sobre la ruta nacional 5, frente al acceso a la ciudad.- Partió con dirección a Bragado con bajada a la tierra en Comodoro Py.- Luego Ortiz de Rozas, mas adelante a la “curva del molino”, frente al campo de Pablo Beiner, donde los competidores doblarían a la derecha en busca de las localidades de Morea y Dudignag para llegar al punto de partida.- La extensión del circuito sería de 151,9 kms. y deberían completarse cuatro vueltas.- El orden de largada fue determinado por una prueba de clasificación que se disputó el día sábado.
 La Carrera se largó en la ciudad de Nueve de Julio a las 9 de la mañana con un intervalo de 1 minuto entre auto y auto.-
¿Qué si me acuerdo? ¡claro que si!, cómo para olvidarme, con la emoción que tenía….ya en los días anteriores habíamos visto como arreglaron el camino, ese mismo camino que por lo general estaba en malas condiciones, que cuando llovía se volvía intransitable, había cambiado muchísimo, se le había aportado tierra, se le había pasado la máquina “Champion” hasta dejarlo “como un billar” y se le había pintado los postes de los alambrados, en cada curva, con códigos para los pilotos.- Sin embargo a raíz de las lluvias recientes hubo mucha agua en las banquinas y charcos en los campos que le agregaron un condimento de emoción a la carrera.-
Nunca hubo tanta gente en la zona, una muchedumbre que vino en todo tipo de medios, en automóviles, en camionetas, en cuyas cajas podía verse a gente apretada; en motos, en sulkys llevando a familias arrebujadas con toda clase de ropas; por allí un tractor tirando un acoplado lleno de gente, por aquí camiones, algunos de los cuales llevaban la caja cubierta con lonas, debajo de las cuales se asomaban cabezas, ¡hasta en tren vino gente desde Buenos Aires y de las estaciones intermedias!.- A los Lázaro, a los Zillotti, Sangrica, Salido, a los Acosta, Picone, Caldarelli, González, a los Ramírez, Ferraresi, Abriola, Pecorelli, a los Paz, Andrés, Linzoain, Carrizo, Garín, Beiner, en fin, a los vecinos de la zona, aquel día se les sumó una multitud, con epicentro en la estación de trenes y en los dos lomos de burro existentes frente al campo de don Andrés Estensoro, pero también a lo largo de todo el perímetro.-
 Aún no habían terminado de largar los últimos participantes en Nueve de Julio cuando ya los primeros llegaban a Ortiz de Rozas.- Nos parecía mentira que en algo así como 20 minutos estuvieran ante nosotros; no podíamos ver desde lejos los autos de carrera porque los montes que circundan la estación nos lo impedían pero los oíamos, cada vez más cerca, hasta que todas las cabezas de aquel numeroso público giraron y una exclamación corrió como un fluido eléctrico …..¡ahí viene uno! Y efectivamente, vimos aparecer al número 2 de Navone, un Ford blanco y negro, acelerando a pleno, al que se le escuchó un brusco cambio en el sonido del motor –por los rebajes - para abordar la curva a la izquierda y nueva aceleración a fondo.-
En un tiempo en que aún circulaban sulkys, en el que aún era común ver los Ford A de fines de los años 20 y principios de los 30, marchando a no más de 40 kilómetros a la hora, la aparición del primer coche de carrera nos pareció estratosférica.- 
No habíamos terminado de digerir su irrupción insólita cuando llegó el segundo auto, en éste caso el número 1 de Ernesto Baronio, también un Ford.- Nueva exclamación de admiración.-
Unos segundos después se nos presentó el número 3, un Chevrolet cuyo motor sonaba muy bien, conducido por Néstor Marincovich, que ese día estrenaba seudónimo –“Sandokán”- que luego se haría famoso.- 
Acto seguido pasaron juntos el número 5 de Petrini, el 7 de Rodolfo de Alzaga y uno muy esperado, el 8 de Juan Gálvez.- Todos haciendo lo mismo: frenado, dos aceleradas intermedias para los rebajes, curva a la izquierda y aceleración a todo gas con la nariz de los autos apuntando a la escuela 35.-
Luego pasaron el 6 de Machado, el 10 de Ferrer, el 12 de Marcos Ciani, el 11 de Rafael Baldrés y así hasta el último que fue el 38 de Santiago Luján Saigós, derrapando y sin aflojar el acelerador, ante el griterío del público que aplaudió el arrojo del piloto.-
Junto a nosotros una familia proveniente de un campo de Emita compuesta por mamá, papá, abuela, niña, niño –llamado Floreal- y dos peones no dejaban de comentar la carrera.-
Verdad es que a Floreal que era una verdadera piel de judas, poco le interesaba el espectáculo no paraba de correr, de jugar, de treparse a los alambrados, de jugar con su perro “chucho” al que habían traído para que también asistiera a la competencia.-
-“Pasamos temprano por Baudrix y Araujo y llegamos cuando ya había mucha gente aquí” –comentaban.-
Mucho frío, así que entre vuelta y vuelta la gente vivía el día como un picnic en el que no faltaba el fuego para el mate y para el asado, cuyo olorcito estimulaba el apetito.-
La carrera fue muy disputada en todo momento y se vivió como se hacía en aquella época, con la vista, con el oído, escuchando la radio y con el cronómetro, el que lo tenía, pues sabiendo cómo había sido el orden de largada fácil era deducir quién iba ganando.-
Al completarse el primer circuito el primero era Juan Carlos Navone.- En la segunda vuelta pasó al frente Juan Gálvez que amplió la ventaja a más de un minuto y medio en la tercera vuelta y pareció que todo estaba ya decidido, porque esa diferencia en el bolsillo del súper campeón era mucha plata, pero después se verificó el avance de Marincovich.- 
-Vení Florealcito a ver los coches -le decía el padre al hijo- que no paraba de corretear con el perro, porque para él, todo el Turismo de Carretera junto no valía lo que jugar con “chucho”.- 
Al comenzar la última vuelta Marincovich se mostró desafiante y apuró el paso.- ¿Quien dijo que estaba todo listo? Las radios trasmitieron cómo se reducía la diferencia- Todo el público se arrimó a los alambrados con la vista clavada en el fondo del camino esperando el paso de los dos volantes.-
¿Quién ganaría, Juan Gálvez, agregándole una estrellita más a su rico historial o “Sandokan” Marincovich? ¿Quién ganaría el Ford o el Chevrolet? ¿El piloto de Capital Federal o el natural de Arrecifes?
Al paso por Comodoro Py la ventaja de Gálvez se redujo a la mitad.- Por Ortiz de Rozas se volvió a achicar.- 
Fue en aquel momento que jugando con “chucho”, Floreal resbaló y cayó con todo el cuerpo en un charco.- Su madre no lo podía creer ¡justo ahora –le decía- que van a pasar los punteros por última vez!, agarró al niño de una oreja y prácticamente en el aire lo llevó a la camioneta para limpiarlo y abrigarlo como pudo, ¡”Floreal siempre igual”! le regañó.-
En la “curva del molino” estuvieron prácticamente empatados, solo los separaban 36 segundos que para la época era una diferencia tan fina como un hilito y solo quedaban los últimos 75 kilómetros de camino para conocer el desenlace.-
El sábado previo “Sandokan” se retiró contrariado de la prueba de clasificación y no supo que estaba en la víspera, pero desde hacía tiempo venía madurando el triunfo.- Manejó como poseído de un formidable impulso.-Aquel día debía ganar si o si por aquello de que cuando el santo pasa por la puerta de la casa hay que tomarlo y meterlo adentro.- ¿Volvería a tener otra oportunidad como ésta? 
Y manejó como un magnífico profesor Juan Gálvez, que además de tener una trayectoria esmaltada por ocho campeonatos, venía con una racha de fortuna, con los éxitos obtenidos en la Mar y Sierras, en La Pampa, en Arrecifes y en Rojas ¿Sería éste su quinto triunfo del año? ¿Seria éste su noveno campeonato?
La incertidumbre se extendió hasta el último momento para conocer el resultado de la prueba que fue espléndida, que dió todo de si para entretener al público.- Llegó Marincovich y hubo que esperar al arribo de Juan para saber con quién decidía quedarse la gloria.- Entre ambos había una diferencia de 5 minutos de largada.- Los relojes dictaron su inapelable sentencia: cuando se consumió el tiempo se supo que el ganador era Marincovich y cuando llegó Gálvez se conoció la diferencia: 32 segundos.- 
Curiosamente unos años antes Juan también perdió una carrera por la misma cantidad de tiempo, fue cuando el Gran Premio de 1952, que ganó Rosendo Hernández- ¡Perder un Gran Premio de más de 4000 kilómetros por 32 segundos de diferencia! ¡Vaya!
El día fue único e irrepetible para el paraje rural de Ortiz de Rozas.- Todo lo que se vio fue materia de conversación por mucho tiempo.- Hoy sigue siendo materia para el recuerdo.- 
Sutil y callado él también había estado con nosotros viendo todo el desarrollo de la disputa.- Entrecierro los ojos y vuelvo a verlo.-¿Qué era esa mirada taciturna del señor Destino? ¿Era presagio?
Por un momento me retrotraigo en el tiempo y le pregunto:
-¿Qué ve Sr. Destino?
-Veo la vida y la muerte – me responde con gravedad.- Y como con un lamento exclama:
- ¡Ah, este muchacho Marincovich!.- ¡Ah, si Juan Gálvez corriera con el cinturón de seguridad bien abrochado!

Fotos: (de izquierda a derecha) Polo Della Nina, Mingo Visciarelli, Néstor Marincovich y Carlos Pairetti.