martes, 22 de noviembre de 2011

Un punto estratégico

Bajo el subtítulo “Un punto estratégico en la carretera”, el cronista del diario La Nación describe minuciosamente el lugar elegido -y su entorno- para ver la última etapa del Gran Premio Internacional de 1947 en su paso por Arrecifes.

“Un interesante observatorio de la carrera estaba, sin duda, en Arrecifes, en el cruce de las rutas 8 y 51. Y allí se concentró numeroso público, deseoso de ver a los automovilistas en plena carrera, en el vértigo de la velocidad, ya cerca de la meta, en el último, en el supremo esfuerzo. Público de la ciudad, de Buenos Aires, y de Arrecifes y de los pueblos de alrededor. En automóviles, camiones, carros, sulkis, motocicletas, bicicletas y a caballo, pues el paisanaje, el del campo tranquilo, también asomó a las carreteras, a presenciar el paso de la furia mecanizada, llegaba la gente en busca de sitio, del mejor lugar posible para satisfacer la curiosidad. La mayor expectación estaba centrada en la curva, la vuelta cerrada que debían dar los corredores para pasar de la ruta 8 a la 51, rumbo Carmen de Areco, a Luján. Ir hasta Arrecifes significaba anticiparse a dar la bienvenida a los devoradores de distancias, que en pocos días han cruzado montañas, pedregales, caminos serpenteantes entre selvas, una amplia panorámica (…).”
Tadeo Taddia
Más adelante, el cronista perfecciona su pintura ya con el paso de los protagonistas de la gran carrera:

La curva y el puente de tierra
En la curva estaba concentrada gran parte de la apasionadota curiosidad, que halló en otra parte, en el puente próximo a la estación de Arrecifes, un magnifico minarete. Y desde la curva hasta el puente, a ambos lados de la ruta 51, largas filas de público dispuesto al aplauso, a las aclamaciones, atento a los movimientos de un hombre, el encargado de marcar el rumbo a los corredores, de señalarles con una bandera en el cambio de camino.
Cuando esa bandera fue agitada por primera vez -a las 15.19-, desde la curva hasta el puente, en ese espacio que hasta entonces había estado poblado de rumores, cábalas y comentarios, se hizo el silencio, adquiriendo su máxima intensidad la expectación. Los que primero vieron el número quebraron, rompieron la tensión de alerta de toda la masa humana avizorante, gritándolo:
-¡El 54!... -¡El 54!... -¡El 54!
Y luego el nombre del volante:
-¡Juan Gálvez!
Puede decirse que tres eran las principales interrogaciones presentes, latentes a ambos lados de la ruta: una, en busca del ganador de la etapa; otra, inquiriendo quién obtendría el segundo puesto, pues a esta altura de la carrera ya se daba por descontado el triunfo total de Oscar Gálvez, y la tercera se refería, precisamente, a éste: “¿Cuándo pasará?...”
Al ver pasar a Juan Gálvez, en le puente de Arrecifes, por el afán de dictaminar, de pontificar que crea estar en la altura, mucha gente ya predijo que sería el ganador de la etapa.
Otro coche a la vista:
-¡El 13!...
Seguidamente, como antes, el nombre del piloto:
-¡Musso!
A unos cien metros, siguiendo al número 13, en persecución que encendió el entusiasmo del público, el coche número 99, coreando la muchedumbre el apellido del conductor:

-¡Marcilla!... ¡Marcilla!
El paso de Eusebio Marcilla dio origen a una nueva pregunta: “¿Y Víctor García?...”
Pero esta pregunta no estuvo mucho tiempo en el ambiente, pues pronto fue sustituida por una exclamación, pronto multiplicada desde la curva hasta el puente:
-¡Oscar Gálvez!... ¡Oscar Gálvez!... ¡Oscar Gálvez!...
La carrera tenía así, en Arrecifes, una coincidencia evocadora de la simetría: en cuarto puesto, el piloto del coche número 4.

Por último, y siempre en relación con el paso del Gran Premio por Arrecifes, el cronista amplía con sentido poético, el paisaje:

La rebeldía de la tierra
“Eran las 15.17 cuando Oscar Gálvez pasó bajo el puente de Arrecifes. En este punto ya había decrecido el interés de la prueba, pero sin que desapareciera, pues resurgía, aunque ya no con intensidad, al paso de los volantes populares -Ángel Pascuali, Tadeo Taddia, Fernandino…-, y tuvo un momento de nueva explosión de entusiasmo cuando, a las 15.56, apareció el coche Nº 4, de Víctor García. A partir de este instante mucho público abandonaría sus puestos de observación, los sitios buscados en este estratégico, en este interesante lugar de Arrecifes, en el que se corta el asfalto, como si la tierra fuera demasiado brava y se resistiera al dominio de la reciedumbre. La rebeldía de la tierra era la que esperaban muchos de los que se situaron a ambos flancos de este tramo de la ruta 51, y sobre todo las gentes de a caballo, los hombres que llegaron hasta allí desde las estancias y para los que esos 400 metros de tierra mojada, ablanda por la lluvia de la noche anterior, resultaban una interesante aprueba de habilidad. Cuatrocientos metros. Exactamente, la distancia, el ‘tiro’ de algunas carreras cuadreras. Pero sus caballos, tenían que reconocerlo, no hubieran podido correr en una pista así. Sus caballos, no; pero los paisanos que estaban en Carmen de Areco (sic), los del pago donde la tradición gaucha es un culto, pensaron una vez más en los mejores del mundo: los de Don Segundo Sombra.”
Eusebio Marcilla
Agradecimiento: a Carlos Marconi, que guarda estas páginas del diario La Nación, desde el 1º de diciembre de 1947.

jueves, 10 de noviembre de 2011

Otro automovilismo

Domingo 31 de mayo de 1959, Néstor Marincovich camina frente al acoplado que sirve de palco de trasmisión de la organización de Alberto Salotto, en la I Vuelta de Arrecifes.

Esta instantánea, inmortalizada por un fotógrafo arrecifeño: Juan Tornelli, nos permite recrear otro automovilismo: el de la ruta, los asados, aviones, la radio... Descubrir la vestimenta del piloto -cigarrillo en la boca-: mocasines, pantalón amplio, cómodo, con bolsillos traseros, polera. En este caso, Toto Marincovich, que a los 34 años, corría por primera vez en su ciudad con el Chevrolet que preparaban los hermanos Salvador y Paulino Cardoso.


Aparentemente, aún no se había puesto en marcha la competencia y el volante local caminaba rumbo a su auto. Luego, tras 3h36m23s4/5 de carrera, Marincovich alcanzaba la cuarta posición y primero en "no ganadores", detrás de Carlos Menditeguy (Ford), que ganó a 160,618 km/h de promedio, Rodolfo de Álzaga (Ford) y Marcos Ciani (Chevrolet). Luego de Marincovich completaron los diez primeros lugares: Dante Emiliozzi (Ford), Alberto Logulo (Ford), Ángel Rienzi (Ford), Adolfo Sogoló (Ford), Ángel Meunier (Chevrolet) y Juan Carlos Navone (Ford).



Otra foto de esa misma carrera: en este caso, el sábado 30 de mayo, Marincovich y Roberto Aguirre -su acompañante- prestos para salir a clasificar en el circuito de tierra compactada del Ford T Club Arrecifes. Atrás, pañuelo en el cuello, Carlos Pairetti -antes de su debut en TC- y Juan Miguel Casco, que parecen empujar al volante local que obtendría el sexto mejor tiempo.

Por último, en carrera, foto de la revista El Gráfico.


Como siempre, no es que aquel automovilismo fue mejor, ni peor que el actual, simplemente, como el nombre del programa de don Alfredo Parga, fue OTRO AUTOMOVILISMO.






jueves, 3 de noviembre de 2011

El coche de Lo Valvo

“Como ya anticipáramos, el 11 del corriente fue sorteado el coche con que Ángel Lo Valvo ganó la carrera automovilística de marzo ppdo. resultando premiada la boleta número 02656, que según nos comunica la administración del Hospital Santa Francisca Romana, a cuyo beneficio se efectuó la rifa, ha sido vendida por la agencia Ford de San Javier, provincia de Santa Fe.”

Esta noticia apareció en la revista “Horizonte”. El auto ganador del Gran Premio Internacional del Sur se rifó en beneficio del Hospital de Arrecifes.


“No iba a correr”
"No estaba en mis planes esta carrera”, comentó Ángel Lo Valvo a Noticias Gráficas, del 3 de abril de 1939, y agregó: “Tanto que pocos días antes de la inscripción no iba a correr. Pero buenos amigos de Arrecifes me impusieron una honrosa obligación. Una comisión integrada por el doctor Buenader, Taboada y Rico realizó una colecta para adquirir el coche. Al final, cualesquiera que fuese la clasificación obtenida, el coche se rifaría o vendería a favor del Hospital de Arrecifes. Y me decidí.”

El auto
“El coche fue un Ford V8 de 85 caballos, modelo 1939 -carrocería cupé- al que el piloto le sacó la tapa del portaequipaje, cubriendo esa abertura con una lona colocada en forma tal que la pérdida de tiempo al quitarla para buscar o sacar algo del interior fuera mínima. En este sitio se colocó un soporte de gran resistencia con capacidad para el sostén de tres ruedas de auxilio. Lo Valvo dejó el tanque de nafta original, con capacidad para 50 litros pero en la parte trasera, pegado a los asientos, hizo colocar un tanque suplementario donde era posible cargar 160 litros de combustible. Estos dos tanques funcionaban en forma independiente; cuando se terminaba uno, el acompañante tenía al alcance de su mano una llave para conectar el otro.”


Oscar Gálvez y Lo Valvo



Otros datos técnicos del auto

Se agrandó el cárter para darle una capacidad de tres litros más de aceite y se modificó el sistema de refrigeración para evitar tener que parar para reponer el agua consumida (…). En cuanto a los faros, el sistema fue reforzado con un buscahuellas especial.La suspensión fue reforzada; a cada elástico se le agregaron tres hojas más. Una maestra, una segunda y una tercera; a los cuatro amortiguadores que el coche traía de fábrica se le añadieron cuatro Houdaille más. Fue suprimido el paragolpes original de fábrica colocándosele en su lugar uno especial, en ángulo agudo de modo de amortiguar el choque contra las piedras. Para caminar en forma más eficiente se usó rodado 600x16 -cubiertas reforzadas- y quedó la multiplicación de fábrica sin tocar. (Historia Deportiva del Automovilismo Argentino. La Nación).

De la carrera

El Gran Premio Internacional del Sur se corrió entre el 22 de marzo y el 2 de abril de 1939, sobre 11 etapas y un recorrido de 7.124,1 kilómetros. Lo Valvo, acompañado por su cuñado, Antonio Spampinato, ganó en 89h11m36s, a 80,856 km/h. Superó a su coterráneo Julio Pérez (Chevrolet), por 12m55s.


Spampinato y Lo Valvo


Fotos: historiadeltc.com.ar y fotocopias del periódico Arrecifes.